La
maternidad es un salto al vacío. Un salto que nunca vas a saber cómo es antes
de experimentarlo. Es como el parto. Puedes escuchar miles de historias, saber
lo que ocurrirá en términos fisiológicos, pero nada se compara a lo que uno
vive en carne propia.
Para
mí la maternidad ha sido una escuela. La mejor escuela que he tenido. Y la
mejor escuela que tendré. Me permito vivirlo desde esa manera, como un
constante aprendizaje, un permanente estado de reflexión y un camino de autoconocimiento
profundo y verdadero.
La importancia de vivir el
puerperio acompañada (y sostenida emocionalmente)
Una
de las cosas más importantes que aprendí en este periodo, es que una madre puérpera
necesita compañía, apoyo emocional, y ayuda en las labores de la casa. Esto
último es primordial y no hay que restarle importancia por más mundano que
parezca. Si la casa está limpia, la ropa planchada, hay comida caliente, pues
entonces puedo enfocarme 100% en mi hijo que acaba de nacer. Es una cuestión de
lógica, pero a veces sucede todo lo contrario y las mujeres puérperas deben
“atenter” constantes visitas durante estos primeros meses. Una mujer recién convertida
en madre necesita que la maternen para poder maternar. Creo que esta frase
resume muy bien cuáles son las necesidades vitales de una mujer puérpera. Amor,
cariño, escucha, compañía, protección, contención, masajes, risas, regaloneo,
una caminata, un abrazo, una comida rica, que la escuchen sin juicios. Si nos
damos cuenta, no es muy distinto a lo que una madre podría entregar a su hijo.
Creo
que falta una cultura de maternaje, una sociedad que incluya a las madres y sus
hijos en todos los ámbitos de la vida y
sea capaz de proveer las condiciones necesarias para que esta diada pueda
simplemente ser. Tendemos a aislar a las
madres y sus hijos, no pueden ir a las oficinas, muchas veces me atrevería a
decir que es mal visto ir a ciertos cafés o restaurants, sencillamente no son
bienvenidos, tanto por los dueños como por la gente que ahí está. Vivimos en
una cultura que no soporta el llanto de un niño. Creo que eso está bien, el
problema es que no nos hacemos cargo, “ese niño le pertenece a otro” como si fuera
un bien y ni siquiera nos atrevemos a intervenir, contener, preguntar o
simplemente ofrecer una cálida sonrisa.
Necesitamos
entonces, generar más espacios de encuentro, donde las guaguas y niños no sean
vistos como un estorbo o algo que hay que callar, donde las madres puérperas
sean bienvenidas con sus bolsos, mochilas, portaguaguas, coches, pechos,
mamaderas, pañales y mudadores. Un espacio calentito donde ellas se sientan
parte de esta sociedad, un lugar donde sientan que el trabajo que hacen, el de
cuidar y alimentar a sus hijos con amor, es la pega más maravillosa y más
importante del mundo. Porque sin ellas, no estaríamos aquí.
Abrazar las sombras
Una
de las cosas más potentes que hice durante mi puerperio fue enfrentar mi lado
más oscuro. Ese lado que uno no quiere ver, que esconde, que tapa. Siempre buscamos
justificaciones para actuar, reaccionar o ser de cierta manera, pero la verdad es que si uno se hace
consciente de sus sombras, la vida puede iluminarse de maneras inimaginables.
Cuando
las cosas se nombran, se hacen reales en nuestro consiente y este simple
ejercicio, si lo hacemos correctamente, tiene un impacto profundo en nuestras
vidas. A medida que vamos trabajando nuestras sombras, estas van tomando forma,
y de esta manera podemos verlas frente a nosotros, ya no como ideas difusas,
sino que vemos el efecto real en nosotras mismas y en quienes nos rodean. Solo
atreviéndonos a observarnos de verdad, sin mascaras ni justificaciones, seremos
capaces de comenzar un trabajo de crecimiento personal. La tarea no es nada de
fácil, requiere que transitemos por lo más oscuro de nosotros mismos, caminando
firme y serenamente- Como dijo una vez un astrónomo japonés “Hace falta mucho
valor para mirar dentro de uno mismo”.
Comprender la naturaleza de
los niños
Sabemos
tan poco acerca de la naturaleza humana, tan poco de los procesos vitales del
ser humano, que por supuesto sabemos poco y nada acerca de las necesidades de las guaguas y niños. Estamos
llenos de prejuicios e ideas preconcebidas en torno al nacimiento, lactancia,
sueño, alimentación y desarrollo infantil. Los adultos tenemos que comenzar a
hacernos preguntas ¿qué necesita mi hijo? ¿Qué le puedo entregar? ¿Realmente lo
estoy viendo? ¿Estará bien esto que estoy haciendo? ¿Me estoy escuchando o
estoy repitiendo patrones?
Nunca
antes vimos tanto plástico alrededor de nuestro niños, tantos alimentos tóxicos
llenos de azúcar y sal, tanto consumo, tantas redes sociales, tantas imágenes,
tanto, tanto, tanto.
Hay
que aquitarse. Y eso cuesta. Hay que hacerlo por ellos y por nosotros mismos.
Buscar
los ritmos de nuestros niños. Los ritmos de la naturaleza. Buscar las cosas
simples. La belleza de sentir, pensar y amar. Desconectarse de todo para poder conectarse
con ellos. Sentir para poder ser. Es un
trabajo maravilloso si se tienen las ganas y la voluntad de tomar las riendas
de nuestras vidas.
Intentar vivir una maternidad
consciente
A
las mujeres nos pasan cosas importantes durante la maternidad, en la gestación
descubrimos que somos diosas, que podemos crear y acunar vida, esto nos
ilumina, nos llena de energía. Luego en parto, descubrimos más y más cosas
sobre nosotras mismas y nuestras capacidades de dar y amar. Durante el
puerperio como me dijo una querida amiga “nos sentimos revueltas”, así como si
nos hubieran sacudido y estuviéramos tratando de entender que nos pasa. Este camino por cierto no es el más fácil,
pero es el más enriquecedor y el que te llevara más lejos. Lo que uno gana
cuando se conoce más a sí misma, es libertad para poder ser fiel a lo dicta
nuestro corazón. Porque la evolución es dar un paso en la conciencia. No basta
solo con ver, sino atreverse.
Ser
madre como decíamos en esta sociedad, es una tarea compleja, debemos
convertirnos en “superwoman” y cumplir con todo y con todos. La sociedad en su
conjunto, nos presiona para que nuestros hijos crezcan rápidamente. Dejar el
pecho, comer alimentos, caminar, dejar los pañales, dormir solo y “de corrido”
son seudo metas que nos imponen desde afuera. Las clásicas preguntas que toda
madre conoce o ha conocido “¿todavía le das pecho?, ¿y todavía no duerme solo?,
¿y todavía usa pañales? La pregunta vendría bien siempre y cuando omitiéramos
el irritante “todavía”.
Los
tiempos señores para cada niño y madre son personales e individuales. Las
madres somos permanentemente juzgadas por la sociedad y no tenemos el valor
social que merecemos. Al fin y al cabo somos las que sujetamos emocionalmente a
las nuevas generaciones y cada nueva familia.
Me parece importante recalcar que a medida que revisemos
nuestras sombras y nuestra historia real, seamos capaces de ver paralelamente
todas nuestras luces y las luces que iluminan a quienes nos rodea. Transitar
este camino, pudiendo ver ambos lados, es vital para poder sentir compasión y
ternura por uno mismo y por nuestros seres más queridos.
Si nos enfocamos solo en lo
malo, es posible que nos quedemos varadas mucho tiempo en este sentimiento de
amargura y desilusión, y que nos cueste mucho ver el todo de esta situación. La
felicidad es una decisión de vida. Es un estado interior y por tanto debemos
cultivarla y cuidarla cada día. Si me quedo estancada en situaciones del pasado
y no soy capaz de soltar ni perdonar, pues no avanzo, y perdemos todos.
Incrementar
nuestra emociones sanas como la empatía, el altruismo y la compasión es un
entrenamiento diario que exige cultivar una lucidez sistemática que nos permita
cambiar nuestra interpretación del mundo y nuestra forma de vivir, solo de esta
manera podemos modificar nuestros estados de ánimos que nos llevaran a una
verdadera transformación. Cada día es una oportunidad de crecimiento y una
oportunidad de alcanzar un bienestar interior. Ser la mejor versión de uno
mismo puede transformarse en una tarea para toda la vida.
(extracto de mi último ensayo para el Postítulo "Parto, nacimiento y gestación consciente: el arte y la ciencia de rescatar lo natural")